H. G.

Ella lee tranquila, tumbada,
apoyada en la madera y tapada
mientras cae la nieve.
Su pelo está recogido en una trenza
que nace detrás de sus orejas
y termina en su espalda.
No ve sino las letras,
no oye sino las palabras,
su cuerpo sólo atento al mundo en sus manos
y yo el ser mundano que la observa.
Imaginando mil libros posibles,
presenciando un momento increíble.
Que lo perturbe ya es otra historia.

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