Viejos parques

¿Qué queda en esos viejos parques
sino los jóvenes fantasmas
de mis padres, de mi hermana
y de mí jugando,
corriendo por ellos
y disipándose
por el paso del tiempo?

La hierba, la piedra y los toboganes
envejecieron  y se marchitaron
como lo hacen todos,
como lo hacen las cosas,
se apoderó de todo el gris.

Vuelvo hoy a esos viejos parques
(también yo bajo el peso del tiempo)
y parece que, junto a los fantasmas
vaya a sufrir un ataque de nostalgia.
Pero oye, el parque sigue estando iluminado
por el Sol.
No hace falta ser tan dramático.

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