Extraños, conocidos, desconocidos

Pasamos de extraños
a conocidos
y después a desconocidos.

No podíamos volver a lo primero
porque nos habíamos visto
y conocido, insisto.

Pero tampoco ser lo segundo
porque los lazos estaban rotos
y no sabíamos nada del otro.

Pasamos así pues a lo tercero
entre esquivos cruces de mirada
saludándonos sin conocernos de nada.

Y ahora, en la estación,
dos personas al verse
se esquivan o saludan sin conocerse.

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