Una copa llena de poemas

La charla y las copas
amortiguan el ruido
que emana la ciudad.

De repente la brevedad
de un poema sentido
silencia todas las notas
y las miradas se dirigen
a la persona que se erige
en el escenario.
Cuando termina
abandona la tarima
entre aplausos
y otros vítores al uso
para después volver al ruido
del que la persona había surgido.
Esto se repite con varios.

Llegado el momento,
preso de nervios feroces
avanzo entre la gente lento
(y para mí hay tanta…)
para aclararme la garganta
y detener, por un minuto, las voces.

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