Prólogo: Nada que demostrar

No pediré perdón ni aplausos.

No por esto. No yo.

Fue años antes del comienzo de esta cuenta en 2016 cuando llegó a mi mente la idea de llevar dicha cuenta poética a lo largo de todo un año, cada día, todos los días sin falta.

No pretendía hacer un diario poético. Sí una impronta o esbozo de lo que fui ese año. Un reflejo en el que mirar a ese chico cuando yo ya no lo fuera. No lo sea.

Tampoco pretendía hacer una obra maestra, ni una revolución literaria, ni una nueva forma de hacer Poesía o poemarios. Simplemente quería llevar a cabo un ejercicio poético, quería retarme a mí mismo, mejorar mis versos, huir de mis propias jaulas.

¿Cuántos buenos poemas hay en este libro?

Esa pregunta me aterraba y acompañaba justo antes de empezar el año y durante los primeros meses (de contacto y, más importante, de continuidad y rutina) de la cuenta.

El miedo a repetirme, a no ser lo suficientemente bueno, a estar perdiendo al tiempo o a no gustar a la gente se me atragantaba y me cabreaba bastante.

Hasta que me di cuenta de que gustar o no, que fuese bueno o no y todo eso, debía estar totalmente fuera de la ecuación en la que yo estaba.

A veces no ser nadie tiene sus ventajas.

Y yo descubrí, aunque creo que siempre lo supe, que a la hora de crear yo no tenía nada… que demostrar.

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