Domingo en la ciudad

Siempre me despierta algún ruido inoportuno.
No tiene un horario concreto,
como el desayuno.
A veces me autorreceto
tomarme un zumo
y otras veces voy por la casa a la deriva
esperando sin demasiado apetito a la comida.
Estudio menos de lo que debería
y pienso en el lunes mucho a lo largo del día,
menos mal que desde la terraza se respira tranquilidad.
Parece incluso que la ciudad en domingo esté hecha de bondad
y de paz silenciosa.
Si no he escrito el sábado escribo alguna cosa
o pongo la televisión, o un libro sobre mi nariz curiosa.
Fuera acontece rápido el círculo cromático
mientras descanso
de todo desde mi ático.
En el domingo me amanso
y solo me apetece convertir mi cama en burbuja
pensando en todo lo que voy a escribir o decir
pero sin levantarme a vivir
y cuando por fin cojo el bolígrafo ya marcan “lunes” las agujas.

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