Te condeno al olvido

Te condeno al olvido.
Cada día me lo digo.
A la mierda tu olor,
esos ojos que irradiaban color,
tu alegría y tu pavor
y tus abrazos como abrigo.
Hasta luego.
O adiós, porque desde luego
no te abandono, te echo al fuego.
Te condeno al olvido,
que él sea compasivo
porque yo voy a serlo
tanto como tú lo has sido.
Y no es un castigo
aunque así quieras verlo.
Estoy harto de no tener el mando,
lucho por olvidarte
hasta darme cuenta que en parte
al pensarlo, joder, te estoy recordando.

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